Los alumnos de 5ºB en el ámbito de la biblioteca leyeron la carta que el General San Martín le envia a Simón Bolivar.
Estimado general:
Le escribiré no sólo con mi franqueza natural sino con la que exigen los grandes intereses de América.
Los resultados de nuestra entrevista no son los que yo
tenía previstos para dar un final rápido a la guerra. Por desgracia,
estoy completamente convencido de que o bien usted no ha estimado
sincero mi ofrecimiento de servir a sus órdenes con las tropas a mi
mando, o mi persona le resulta molesta. Las razones que usted adujo
–que su tacto no le permitiría nunca darme órdenes y que, aunque ése
fuera el caso, el congreso colombiano no lo autorizaría a separarse del
territorio de Colombia- no me han parecido muy plausibles.
La primera se contradice por sí sola. En cuanto a lo que a
la segunda se refiere estoy convencido de que, si usted expresara sus
deseos, encontraría aprobación unánime, puesto que el objetivo es
terminar la campaña que iniciamos y en la cual estamos comprometidos,
con su cooperación y la de su ejército, y de que el honor de llevarla a
termino recaería en usted y en la república que usted preside.
No se deje caer en engaños, general. Las noticias que
usted tiene sobre las fuerzas realistas son erróneas: entre el Alto y
el Bajo Perú suman más de 19.000 veteranos, que pueden reunirse en dos
meses. El ejército patriota, diezmado por las enfermedades, no estará en
condiciones de mandar al frente a mas de 8.500 soldados, gran parte de
ellos reclutas rasos. La división del general Santa Cruz (cuyas bajas
según él mismo me dice no han sido reemplazadas a pesar de su
insistencia) experimentará considerables pérdidas en su larga marcha
por tierra, y no contribuirá en nada en esta campaña.
La división de 1.400 colombianos que usted esta mandando
hará falta para guarnecer El Callao y mantener el orden en Lima. En
consecuencia, sin el respaldo del ejército que usted dirige, la
operación planeada a través de los puertos (Guayaquil, etc.) no tendrá
las ventajas que podrían esperarse, a menos que fuerzas poderosas
puedan arrastrar al enemigo a cualquier otra parte. Y, de esa manera,
la lucha se prolongará indefinidamente. Digo indefinidamente porque
estoy convencido de que sean cuales sean las dificultades de guerra
actual la independencia de América es irrevocable. Pero también estoy
convencido de que la prolongación de la guerra será la ruina de los
pueblos y es un deber sagrado de los hombres, en cuyas manos descansa
su destino (el de América), evitar que continúen sus males.
Sea como sea, general, mi decisión está irrevocablemente
tomada. He convocado al primer congreso de Perú para el día 20 del mes
próximo y, al día siguiente de su instalación, me embarcaré rumbo a
Chile, convencido de que mi presencia es el único obstáculo que le
impide a usted venir a Perú con el ejército a sus órdenes. Para mí
habría sido el colmo de la felicidad terminar la Guerra de la
Independencia a las órdenes del general a quien América debe su
libertad. El destino ordena otra cosa y debemos resignarnos a él.
Como no tengo duda de que el gobierno peruano que se
establezca cuando yo me haya ido solicitará la cooperación activa de
Colombia y de que usted no podrá negarse a tan justa demanda, le
mandaré una lista de todos los oficiales cuya conducta, tanto militar
como privada, pueda recomendar a usted.
El general Arenales quedará al mando del ejército
argentino. Su honestidad, su coraje y sus conocimientos lo hacen
merecedor de todas las consideraciones que usted tenga con él.
Nada diré de la anexión de Guayaquil a la Republica de
Colombia. Permítame, general, decir que no creo sea de nuestra
incumbencia decidir asunto tan importante. Al terminar la guerra lo
habrían decidido los respectivos gobiernos, sin los conflictos que
ahora pueden resultar para los intereses de los nuevos estados de
Sudamérica.
Le he hablado, general, con franqueza; pero los
sentimientos expresados en esta carta quedarán enterrados en el más
profundo silencio. Si se conocieran, los enemigos de nuestra libertad
podrían aprovecharse de los motivos de nuestros pesares; los intrigantes
y ambiciosos sembrarían la discordia.
Con el mayor Delgado, portador de esta carta, le envío
una escopeta y un par de pistolas, junto con mi caballo, que le ofrecí
en Guayaquil. Acepte, general, este souvenir de su más ferviente admirador.
Con estos sentimientos y la esperanza de que usted tenga
la gloria de poner fin a la guerra de la independencia de Sudamérica,
su seguro servidor:
José de San Martín
Trabajaron en grupos realizando comentarios sobre la misma y marcando aquellos párrafos que debian profundizarse.
"El libro llegó a mis manos en el momento indicado. Me parece increíble. Sobre todo, la idea de poder construir nuestro propio destino." Simone de Beauvoir
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
-
Este jueves volvimos a encontrarnos en una nueva reunión de zoom, con los maestres de grado y curriculares y los alumnes de quinto "A&q...
-
Documento PDF Lista de libros Descargar documento
-
Comenzamos a leer Bestiario de Gustavo Roldán con los Alumnos de 6º grado Gustavo Roldán: escritor argentino , nació el 1...
No hay comentarios:
Publicar un comentario